NO SIENTAS CULPA POR LAS COSAS QUE NO HACES. YA HACES SUFICIENTE, YA ERES SUFICIENTE. TUS HIJOS TE AMARAN Y RESPETARAN POR ESO. PERO LO MEJOR ES QUE, TE RECOMPENSARAN CON SUS ACCIONES.
Ser madre y madrastra me ha convertido en la mujer de vidrio, en alguien sumamente fuerte y extremadamente frágil, incapaz de doblegar pero muy fácil de rompe. En esa mujer que siente con agudeza como las lagrimas suben desde la boca del estomago hasta los párpados para detenerse justo antes de salir, en la mujer valiente que intenta seguir adelante a pesar de la falta de sueño, de apetito, de diversión, de todo lo que pueda darle un poco de color a la vida, pero a su vez, es tan cobarde que no puede admitir cuando algo le esta carcomiendo el alma, cuando siente CULPA.
Por un lado, no importaba que tan correctas sanas e inofensivas fuesen mis intenciones con mi hijastro, no podía evitar verme al espejo y sentirme como la típica madrastra malvada de las películas de Disney. Yo era
Cada nota del colegio, cada acotación del fútbol, cada reprimenda me hacía sentir diminuta, con ganas de desaparecer para hacer las cosas mas sencillas.
Es doloroso ver como la tristeza e impotencia afectan tanto a un ser amado al punto de alterar su personalidad, pero acepte que correr en círculos desesperadamente intentando ser comprensivos en vez de corregirles no siempre es lo correcto.
Por otro lado, la desesperación estaba consumiéndome completamente, las exigencias laborales y académicas me llevaron a que el tiempo en familia se viera reducido. A pesar de trabajar desde la casa, no tenía tiempo de alimentar a mi bebe, bañarla, hacerle sus ejercicios, jugar con ella, mimarla, mirarla a los ojos y sentir como se robaba mi aliento, mis latidos, mis ganas de vivir. No había tenido tiempo de recargar energías a su lado.
Así que, inesperadamente, ella también comenzó a demandar mas atención, lloraba cuando me veía vestir, me acercaba a la puerta o tomaba la computadora. No dormía en las noches mordiendo mis orejas, mis labios y mis pezones hasta que lograba despertarme para jugar. De alguna forma, esta situación me estaba matando.
Las cosas que hacía, las que dejaba de hacer, la mujer que era, la que ya no podía ser, las veces en las que decidía dejarme llevar, dejar de actuar o en las que actuaba activamente, todo me hacía sentir mal, culpable, ineficiente. Me adueñe de todo lo que estaba saliendo mal. Así que decidí investigar sobre el tema y evaluar mi situación.
Deje de enseñarle normas a mi hijastro porque sentía que la vida estaba en deuda con el por no darle una familia de padres unidos y que ahora era mi responsabilidad. Deje de crearle hábitos a mi bebe porque sentía que debía dejarlo pasar a cuenta del tiempo que me dedicaba al trabajo y no a ella. Ahora entiendo que fue error.
Luego de consultar con algunos especialistas y escuchar de muchas bocas el efecto de la culpa en las madres, decidí evaluarme, ver si mi forma de ser estaba afectando a mi familia y probar criar a mis hijos teniendo una mayor salud emocional, con mas equilibrio y estabilidad.
Mire la otra cara frente al espejo, la que no era tan mala y en vez de contar todas las cosas en las que había fallado, todas las veces en que mis intentos no fueron suficientes , probé contando todas las oportunidades en que mi familia había estado primero. En ese momento supe que era una buena madre y madrastra, que los niños necesitaban una mujer fuerte que los guiara y no una mujer endeble que los dejara recostarse sobre su lomo caído. Entendí que:
Me dirijo a las mujeres inteligentes y emprendedoras con el propósito de decirle que ya son lo mejor que pueden ser.
